Anécdotas
EL TONTO DEL BOTE
El tonto del bote era un pobre que siempre pedía limosna con un bote, de aquí su nombre.
Cuentan que en una ocasión se escapó un toro de la plaza donde se celebraba una corrida. Salió a la calle y todos corrían asustados y despavoridos. El toro llegó junto al Tonto del Bote, que no se movió en absoluto, lo olfateó, lo bufó y echó a correr hacia el campo.
A esto se debe la popularidad del Tonto del Bote.
EL MUERTO RESUCITADO Y OTROS
Cuentan que hace mucho tiempo un hombre murió y claro, lo iban a enterrar, pero cuando lo llevaban al cementerio, al pasar por debajo de un castaño, el muerto se levantó y se agarró al árbol, ante el pavor de los acompañantes.
Algún tiempo después, murió definitivamente y su mujer lo lloraba diciendo así:
«No le echéis por el manzano,
que no le pase lo de antaño».
Dicen que hubo una vez una mujer que perdió a su marido. Durante el duelo, para mitigar su dolor, no se le ocurrió otra cosa que llenar una bota de vino y ponérsela debajo del brazo tapada con una «toquilla». De vez en cuando, sabiendo que nadie la mira, agachaba la cabeza y bebía un poco de vino de la bota al tiempo que decía llorando: ¡Ay que tragos, unos tan dulces y otros tan amargos!
Cuentan también que antiguamente, durante la molienda de aceituna en las almazaras, los hombres que allí trabajaban decían ver fantasmas que durante la noche se llevaban el aceite. ¿Eran fantasmas de verdad?. ¿Eran hombres disfrazados?. Nunca descubrieron nada.
LA BURRA Y EL CANDIL
Allá por los años veinte, entró la fiebre del automóvil en el pueblo. Se empezaron a comprar coches la mayoría de las familias pudientes. Era la época de los Ford, modelo T.
Miguel Cantos tenía muchos hijos jovenarios por entonces, y empezaron a darle la lata que les comprara un coche. Él que no, que no, que lo mejor era la burra y el candil. Tanto le presionaron que no tuvo más remedio que comprar un coche. Uno lo dejaba y el otro lo tomaba; total que el coche no paraba ni un momento. Con tantas manos y tantos viajes, que el coche que se estropees de manera, que no tiene compostura. El padre, con toda la paciencia les dice: Qué, ¿ya os habréis convencido de lo que os decía? Lo mejor la burra y el candil.
Esta frase se ha quedado para cuando alguien quiere hacer una innovación y no le sale bien, se le dice: «Como decía Miguel Cantos, lo mejor la burra y el candil».
¡AY PERRA, AY PERRA!
En otra ocasión iban de caza con los galgos y les salió la liebre. En seguida, los gritos de: ¡AY PERRA, AY PERRA!. La perra sale detrás de la liebre. La liebre delante, la perra detrás hasta que los pierden de vista. Al cabo del rato vuelve la perra con un «carleo» de muerte. Al verla, le dice Mandranga: ¿Qué me traes, carleo?, liebres es lo que yo quiero y no carleo.
LOS CUADROS HABLAN
Una señora que se iba a misa, le dijo a la criada: Ahí te dejo una «tajada» de tocino para que almuerces. Cuando la señora se fue, la criada, para ayudarle un poco a la tajada de tocino, se frio un huevo echó los cascarones a la hornacha de la cocina.
Al volver la señora de misa, se dio cuenta enseguida de los cascarones y le preguntó a la criada: ¿Qué has almorzado?. Inmediatamente contestó la criada: «Pos» que vi almorzar, el tocino que me ha «dejao». La señora señalando un cuadro de una reina que había colgado en la pared, le dijo: Pues a mí me ha dicho la reina que te has frito un huevo. La criada no supo contestar y, cuando la señora salió de la cocina, cogió la escoba y, emprendiéndola a escobazos con el cuadro, le decía: Yo te aseguro que no le vas a decir más cosas a la señora.